MORIR CON DIGNITAS

No sé latín. Leí que “dignitas” tenía en Roma una acepción algo diferente de lo que hoy sería “dignidad” pero me pareció pertinente el uso del término en el título por las razones que se explican. Vi hace unos días con satisfacción la noticia de que la Corte Suprema de Justicia había ratificado el derecho de Ana Estrada a morir con asistencia médica en el momento que ella así lo decidiera. Largo ha sido el camino, que aún no termina porque, según entiendo de la misma noticia (no he leído la resolución), resta determinar el procedimiento o protocolo a seguir para que efectivamente reciba muerte. Presumo que el camino será tan o más largo que el que ya recorrió.
No busco comentar aquí las razones por las que considero que cada uno debe tener el derecho de poner fin a su propia vida. Siempre me pareció un sinsentido el que el suicidio fuera un delito. Cuando pregunté la razón la respuesta invariablemente fue de índole religioso. Hoy ya no es delito suicidarse, pero colaborar o instigar al suicidio, sí lo es. También lo es el homicidio por piedad.
Y en 2022 las razones esgrimidas por quienes se oponen al derecho a morir son exactamente las mismas, es decir religiosas. El representante reciente más notorio del tema fue candidato presidencial. Pero como él hay muchos, y por ello el calvario que esta señora viene pasando para poder recibir algo que en otros países, pocos aún, está regulado y percibido como una decisión que compete a la persona que la adopta.
No he hecho seguimiento en detalle del tema de Ana Estrada. No sé quién, además de la Defensoría del Pueblo, la acompaña en el proceso, ni cuánto ha invertido en él, me refiero a cuánta plata, ni quién le ha proporcionado o de dónde ha salido la poca o mucha que implique, ni cuánto tiempo lleva exactamente con el proceso pendiente en su ánimo, pues presumo de que entre la fecha en que tomó la decisión de emprender el camino judicial y la fecha en que este comenzó efectivamente, debe haber transcurrido un tiempo largo.
Y me preguntaba ello porque además leí también hace pocos días sobre un británico que murió mediante suicidio asistido en Suiza, específicamente en la organización llamada Dignitas. No ha sido ni remotamente el primero e intuyo que tampoco el último. Varias decenas de británicos viajan a Suiza cada año para poder morir sin comprometer a nadie. Y no solo británicos. Personas de otras nacionalidades también. Para quien tenga interés en las cifras referidas al Reino Unido, hay múltiples fuentes de información en la Web, pero para consignar sólo un ejemplo: https://www.statista.com/statistics/1095576/dignitas-accompanied-suicides-from-gb/
Interesante organización Dignitas. También se halla mucha información en la Web y además tiene su propia página. Pero puedo adelantar que es una asociación sin ánimo de lucro que funciona de acuerdo con la ley suiza y que permite a no residentes en Suiza tener un suicidio asistido cumpliendo ciertos requisitos que creo poder resumir en dos. El primero es estar padeciendo una enfermedad que cause un sufrimiento insoportable y que no tenga curación; y el segundo es que esté en capacidad de pagar aproximadamente diez mil francos suizos (diez mil doscientos dólares el tipo de cambio de la fecha en que escribo esto). Estoy seguro de que los costos incurridos a la fecha en el caso de Ana exceden largamente esa cifra. Y por costos me refiero a los de todo tipo, en particular las horas-hombre empleadas por quienes la patrocinen y el sufrimiento de Ana para quien el solo hablar es todo un esfuerzo.
Ojo que la particularidad de Dignitas no es que brinde suicidio asistido, sino que lo brinda a no residentes, pues los suizos no tienen que pasar por los suplicios de Ana para tener el mismo derecho a morir que se concede a mascotas o a cualquier otra especie en un zoológico. No es difícil de imaginar que Ana calificaría perfectamente para recibir el suicidio asistido en Suiza. Según entendí cuando revisé la página de la institución, la calificación, la luz verde para poder viajar a Suiza y tomar el veneno se recibe sin necesidad de ir hasta allá. Son trámites que se deben realizar previamente y que son indispensables para que un médico en Suiza prescriba al paciente que califica, la dosis de la sustancia que le dará muerte de manera efectiva e indolora. No es un lugar a donde se llega en cualquier momento, se toca el timbre, se pide morir y listo. No. Según entiendo se trata de un lugar serio con gente que lo apoya y detractores, pero que lleva años operando y en el que las muertes además son documentadas en videos que son indispensables para cumplir con las leyes suizas.
El lugar no es un camal ni una cámara de torturas. Según información que aparece por todos lados (particularmente de medios británicos) la mayoría de las personas que reciben la aceptación para el suicidio no llega a utilizarla, pero el sólo hecho de tenerla les da la tranquilidad de tener esa puerta abierta, cuando ni el mejor de los cuidados sea suficiente para hacer desaparecer el dolor físico o el sufrimiento moral.
También ocurre que, dado que es un suicidio, es indispensable que la persona no solo esté en pleno uso de sus facultades para saber y manifestar su aceptación en todo momento a la muerte, sino que además deberá ingerir el veneno por sí misma. Para ello hay modalidades, pero quien “aprieta el botón” es la misma persona y ello ocasiona que sabiendo que la noche se pondrá más oscura, el interesado se tenga que dar prisa en tomar la decisión de ejecutar el suicidio antes de que sea incapaz de hacerlo (y por tanto se lo nieguen porque ya no sería suicidio).
No sé si Ana tendrá dolores, poco o nada importa, su proceso hace su vida sea insoportable y para el común de las personas lo sería. No veo nada extraño en el que quiera suicidarse, o hacer con su vida lo que le venga en gana sin causar daño a nadie, en particular cuando la vida no le representa sino una carga. Sí bien es inevitable que las ideas religiosas prevalecientes en una sociedad influyan en la legislación, ésta debería tener en consideración los principios de la mayoría sin dejar de proteger a las minorías que no compartan determinadas creencias.
Me inclino a pensar que, así como Ramón Sampedro (aquél cuya historia inspira la película “Mar Adentro”) luchó inútilmente para que le permitieran hacer de manera legal lo que ocurre y seguirá ocurriendo de manera clandestina, me parece que a Ana le ocurrirá los mismo. Quien tenga interés en averiguar sobre el caso de Sampedro verá que se tuvo que suicidar de forma dolorosa, con una sustancia que algún supuesto experto calificó de “poco más que veneno para ratas”. Imagino que lo mismo no pasó con un muy famoso pintor peruano que murió juntamente con su esposa en un “accidente doméstico”. Supongo que cuando se tiene el dinero y los contactos suficientes es posible, y así espero que haya sido, decidir hasta cuando vivir y recibir la ayuda necesaria para hacerlo de forma tranquila. Quizá el del artista famoso no fue el primer caso ni será el último.
Otra forma de morir decentemente en el Perú cuando la vida se torna insoportable, es cuando se tiene la suerte de topar con un médico sensible que sabe hacer lo que debe cuando llega el momento. Lo he visto en dos oportunidades, y no pidieron nada a cambio. Pero si se tiene mala suerte, ni modo, a permanecer en una vida que puede resultar indeseable para quien la padece y para quienes lo rodean.
Ana debería haber recurrido a Dignitas. O quizá ya haya tramitado la autorización. Pero en ese caso queda el tema de la colaboración con el suicidio. Es delito en el Perú, como lo es también en el Reino Unido y en este último puede ser condenado hasta con catorce años de prisión. Afortunadamente en el Perú las penas previstas en los artículos 112 y 113 del Código Penal, que regulan el homicidio piadoso y la ayuda al suicidio, son más benévolas. En Reino Unido no hay antecedentes de que las autoridades hayan accionado contra parientes o amigos que acompañaron al suicida. Me temo que lo mismo no necesariamente pasaría aquí. Aunque no he tenido noticia de que en el caso del muy reconocido pintor haya existido investigación alguna, y espero que así haya sido. Quizá en el Perú tampoco pasaría nada.
Ana no podría viajar sola. Quienes la acompañaran serían pasibles de ser sancionados por instigación o ayuda al suicidio. Que haya maneras de defenderse, es probable. Pero ¿quién quisiera asumir el riesgo? En nada de esto habría que pensar, ni Ana y todas las personas en su situación tendrían que estar pasando por todo esto, si existiera una legislación que permita el suicidio asistido, así como la eutanasia. Existe libertad de conciencia. Se puede creer en lo que a uno le plazca y mientras no dañe a los demás, no hay argumentos para negar estas opciones que no sean de índole religiosa y estas razones no pueden ser impuestas a toda una sociedad. Ya en el pasado lejano se discutió airadamente sobre matrimonio civil y divorcio vincular, incluso el aborto terapéutico, o los condones o los anticonceptivos, la pastilla del día siguiente y larga lista. Todos son temas contra los que en su momento se pusieron objeciones de índole religiosa y salieron adelante.
Ya es hora de que eutanasia y suicidio asistido sean permitidos. Quizá Ana abra el camino con su caso. Espero que así sea. Aunque lo dudo. Ojalá tenga autorización de Dignitas y que haya quien la financie y acompañe.
Lima 19 de julio de 2022